domingo, 22 de agosto de 2010

¡En una celada cazaron a Carlos Vega!

Fue secretario del comandante ejecutado

Por Martín de la Rosa

Una semana antes de que Diego Armando Gastélum Villa vaciara la carga de dos pistolas calibre 38 sobre la humanidad de Manuel Ceseña Cota (30 de septiembre de 2007) el ‘Oaxaco’ le brindó una fiesta privada a el ‘Coreano’ y a su grupo GERI, en la población de Los Planes, B.C.S., a una hora de la ciudad capital, y puerto de La Paz.

(La descomposición al interior de la policía municipal, se inició con la ejecución del comandante general, a manos de puchadores que sirven a los intereses del Coreano y de Rosadelia Cota Montaño)

Diego Armando, una vez que fue detenido por otra ejecución, esta la de un guardaespaldas del gobernador del Sinaloa, un día amaneció muerto por una sobredosis, dijeron las autoridades del penal.

Es evidente que a este chabalo, lo llamo así porque era casi un niño, le habían torcido la vida facilitándole los medios para matar.

Mató a un profesor de karate; mató a una jovencita después de violarla; mató a Manuel Ceseña Cota, total: mató a 11 personas mientras era menor de edad. Una vez que cumplió los 18 y que fue detenido, pretendió decir quién era su protector, y por eso lo mataron dentro de su celda.

855 días después, el día 2 de febrero de 2010, para ser exactos, una ‘señora’ llegó gritando, a la comandancia del sector 5, diciendo que le estaban robando en su casa. De inmediato Dos patrullas se trasladaron al lugar, donde una de ellas, manejada por el Cabo Pettit, al notar que sobre un vehículo estaba un sujeto que le dio a la marcha al llegar ellos, lo siguió por diferentes rumbos de esa colonia. Los dos agentes que iban en la otra patrulla, al ver que la entrada principal tenía una cadena rota, rápido, uno de ellos se asomó con las precauciones del caso pero fue recibido a balazos por los ‘presuntos’ ladrones. Como pudo tiró de su pistola mientras que su compañero Carlos Vega, sin armas, sin chaleco antibalas, ipsofacto se acercó a la patrulla solicitando apoyo por radio. Le respondieron que se esperara, que había un asalto en una tienda del centro. Carlos suplicaba pero lo mandaron por un tubo en los momentos en que uno de los matones le llegó por la espalda ‘cerrojándole’ un tiro que le atravesó el corazón; Carlos se dobló en los momentos en que el matón le decía: Esto es por el jefe.

En eso otros patrulleros que se encontraban cerca del lugar, al llegar, se bajó uno de ellos, que resultó ser chofer ocasional del dueño de la casa, en una pesera, la número 87 para ser exactos, pero también fue ‘cazado’ desde la barda de un balazo, luego le dieron el tiro de gracia, en la cabeza. Su compañero al ver la brutalidad de los sujetos, disparó el cargador de su arma para de ahí salir huyendo por entre el caserío y el monte donde salvó la vida, en los momentos en que los sicarios huían en la patrulla para refugiarse en la casa de la suegra donde les dieron la oportunidad de escapar.

A la suegra la detuvieron pero al día siguiente la dejaron libre con un cañonazo de 50 mil pesos. “Nadie aguanta un cañonazo de 50 mil pesos” diría un generalazo por ahí.

Siete minutos después de que asesinaron a los dos policías, llegaron diferentes cuerpos de inteligencia y de seguridad para ‘acordonar’ la zona: Dos muertos y un herido descubrieron los militares, marinos, policías federales, policías ministeriales, policías municipales, agentes de investigación choyera y perros de oreja, para enseguida las ambulancias levantar su pesada carga de muerte. Los jefes policíacos dieron su versión de los hechos: se trató de un robo .

Otro día, al percatarse que el pueblo y que los cumplidos policías, compañeros de los caídos no creyeron la versión del robo la versión fue cambiada por: Se trató de unos matones que venían de Michoacán a cobrar una deuda con el dueño de la casa. Se cuidaron de no rebelar el nombre del dueño la residencia, y de detener a la mujer que sirvió de anzuelo para ‘cazar’ a los policías. La dama en comento jamás fue molestada por esa celada. Porque eso fue ¡Una celada!

Lo mediático empezó a confundir a los ‘analistas’ de cafés, ya que se publicó que: Trascendió que la versión del robo se cambió a un asunto entre narcos.

Lo cierto es que el método de inferencias y la reina de las pruebas, originadas en la escena del crimen rebelaron que los matones ya esperaban a los cumplidos, e infelices, policías caídos.

La coordinación entre el Coreano y el dueño de la casa, para asesinar a Carlos Vega, fue tan precisa, como lo fue en la ejecución del comandante Manuel Ceseña Cota, que de ello quedaron cabos sueltos: En los momentos en que la ‘asustada’ dama llegó al sector cinco gritando que en su casa se estaba cometiendo un robo, la frecuencia de radio utilizada por el cuerpo policiaco municipal anunciaba que en un comercio de las calles Guillermo Prieto entre Santos Degollado y 16 de Septiembre se estaba cometiendo un robo... ni bien terminaba de informar el robo cuando anuncia otro en las calles de Valentín Gómez Farías entre Bravo y Rosales. La paranoia obligó a los diferentes ‘patrulleros’ acudir ‘al centro de la ciudad’, dejando al descubierto y solos a los que se enfrentaban a unos sicarios contratados por el amigo del Coreano para ultimar al exsecretario personal del comandante Manuel Ceseña Cota.

La escena del crimen revela, como ya sabemos, qué sucedió, quiénes participan, qué mensaje dejan (en el caso de sicarios) quién ordena el ‘trabajo’ y porqué ejecutan el crimen: 1.- Los rateros comunes no se defienden a balazos. 2.- Los matones contratados para cobrar una afrenta no asesinan a otros distintos a los que fueron señalados. 3.- Los gatilleros siempre dejan la marca de la bestia en el lugar del crimen.

En las afueras de la casona, quedaron los cuerpos de los dos policías muertos, evidenciando ‘huellas’ de que fueron esperados desde distintos ángulos para iniciar, los ocultos matones tras la periferia de la barda, la balacera al mismo tiempo. Los impactos alcanzaron los cuerpos de los agentes municipales que, al no portar chaleco antibalas, cayeron muertos al instante. Sólo uno de ellos, que sí llevaba chaleco, quedó mal herido y otro más logró escapar al terminársele la escasa dotación de 6 tiros en el cilindro de su pistola.

Los matones huyeron tranquilamente pues contaban con el camino despejado por el ardid del dueño de la abandonada residencia, y de el Coreano: Llamar la atención de los diferentes grupos municipales para que llegaran tarde hasta la apartada colonia donde sucedieron los hechos reales. Lo mismo ocurrió cuando mataron al comandante: Llamaron por radio a los agentes del sector dos, donde se encontraba el domicilio del ejecutado, para que acudieran a la clínica del ISSSTE donde estaba un compañero grave. No fue así, no había ningún policía grave, ¡vaya! ni siquiera alguno en consulta. Lo que sí se demostró, es que ¡distrajeron la atención para que los matones huyeran!.

Los peritos y los diferentes cuerpos militares y policíacos, se percataron, el mismo 2 de febrero de 2010, que sobre la barda perimetral de la residencia había una pistola utilizada en la celada. La reina de las pruebas nos dice que esa es la marca de la bestia: el matón de Carlos Vega la dejó en ese lugar para demostrar que el trabajo se cumplió al pie de la letra...

Continuaremos...

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